lunes, 23 de mayo de 2011

REFLEXIONES EN TORNO A LA FORMACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD


BUENAS NOCHES: Coordinadores encargados, profesores y profesoras, padres de familia, jóvenes graduandos,  invitados especiales, amigos y amigas.

Sin perjuicio de todos los abrazos y voces de felicitaciones que reciban  esta noche  los estudiantes que van a recibir el título de bachilleres, quiero compartir con todos ustedes unas reflexiones en torno de un tema del que muy  poco se habla  en una reunión como esta. Se trata del tema de la responsabilidad, de cómo se forma la responsabilidad y en qué escenarios se manifiesta la responsabilidad en la vida de una persona.
Genéricamente, responsabilidad es la capacidad de respuesta que tiene una persona frente a las diversas situaciones que lo comprometen integralmente como ser humano durante el transcurso de su vida histórica. En este sentido,    la responsabilidad va acompañada de la libertad y de la voluntad, es decir, sólo se es responsable cuando libre y voluntariamente se afronta una situación  o se ha aceptado un compromiso.
La responsabilidad no aparece de repente, es decir, una persona no se vuelve responsable de un momento a otro, “como por arte de magia”, la responsabilidad se comienza a manifestar a lo largo de todo un proceso que parece que comienza desde el vientre materno con el ambiente de alegría, esperanza y  aceptación de la madre durante el periodo de gestación. Luego, durante los primeros días, meses y años,  los recién nacidos son regidos, por así decirlo, de una manera compulsiva por los instintos de conservación y defensa hasta que, poco a poco, con la aparición del lenguaje,   la atención,  el cuidado y el ejemplo  de la madre,  el bebé comienza a tomar posesión de su propio ser y comienza a aparecer de manera consciente la libertad y la voluntad que lo irán a acompañar por el resto de su vida.
En estos primeros años son  definitivos para el infante  el acompañamiento y la asistencia de los padres (el padre y la madre biológicos)  --y cuando digo definitivos es porque su ausencia produce serios trastornos posteriores--,  porque cuando el infante  comienza a ser consciente y a tomar posesión de su propio ser, entran en juego también las normas, las prohibiciones y los códigos  que tienen los grupos sociales, que son elementos culturales que ha acumulado la humanidad a través del tiempo, para decirle al infante hasta dónde van los límites de su libertad y  de su acción.
En cierta forma, durante esta etapa se produce un conflicto interno en el infante entre lo que quiere y lo que le es permitido hacer. Naturalmente, que el infante todavía no es plenamente consciente de que  muchas veces lo que desea no es posible. Es cuando el infante llora o se tira al suelo delante de sus padres  para lograr lo que quiere, y es   aquí, cuando es definitiva la asistencia de los padres para comenzar a hacerle ver a su hijo que existen normas personales y  sociales que ponen limitaciones a los deseos humanos y que son, en definitiva,   las que permiten la convivencia entre los seres humanos.
Luego,  vienen las etapas del hogar comunitario, el preescolar, la transición y la escuela. En todos estos escenarios, de manera gradual, los niños y las niñas van comprendiendo y asimilando no solamente los aprendizajes propios de la instrucción escolar que les van a permitir conocer el funcionamiento del mundo, sino lo que es más importante, que en la medida en que desarrollan estos aprendizajes van comprendiendo que en esa misma medida deben tener capacidad de respuesta, es decir, que deben ser responsables de los resultados de estas actividades. Resumiendo, los niños y las niñas, se comienzan a dar cuenta que eso que están haciendo es importante para ellos y que por eso  vale la pena  hacerlo.
A continuación de la escuela viene la etapa colegial. Son seis años en que la responsabilidad de los educandos se continúa  fortaleciendo mediante el desarrollo de las actividades de estudio, de las tareas y de los  juegos, orientados por los docentes y apoyados desde el hogar por sus padres. En esta etapa ya se le exige más al joven, tiene que ser así, no puede ser de otra manera,  puesto que cuando termina,  el educando tiene que comenzar a definir su futuro como adulto; las normas sociales  que nos rigen lo disponen así, es así porque esto ayuda a  formar la responsabilidad personal del joven, esto es algo que está   probado por todas las generaciones que nos han precedido y por muchos de los que nos encontramos aquí, esta noche.
Todo esto lo digo con mucha sinceridad,  sin sentimentalismos de ninguna clase, con la entereza  del  padre de familia que soy,  pero también,  con la responsabilidad del directivo docente que lamenta  que seis de los estudiantes de undécimo grado no se hallen presentes en esta ceremonia. Con mucha franqueza,  tenemos que reconocer  que algo ha fallado en el desarrollo de los  procesos de formación de la responsabilidad de estos jóvenes. Nos queda la duda si las inconsistencias o fallas se produjeron al inicio, al final o durante el transcurso de este largo proceso. Nos queda sí la tranquilidad de  que desde el inicio de este año y durante todo  el transcurso del mismo advertimos de múltiples formas a estos jóvenes y a sus padres  que no se descuidaran y de que estuvieran atentos a cumplir con los requisitos y exigencias del último año de estudios.
A modo de aclaración, me permito señalar que estos seis estudiantes de grado once no perdieron el año, sino que por razones de incumplimiento de requisitos quedaron pendientes de nivelaciones para el mes de enero del 2010, cuando deberán presentarse al colegio  por última vez a recuperar y,  luego, fuere cual fuere el resultado se le entregará el diploma con su acta de grado correspondiente.
 Del mismo modo,   esperamos  que este traspiés  nos sirva a todos de lección: a los seis estudiantes en cuestión, a   sus padres de familia, a los docentes, a  nosotros los directivos y a los estudiantes de décimo grado y demás cursos inferiores,  para tomar conciencia de la necesidad de  monitorear y retroalimentar de manera permanente estos  procesos de formación personal   para que una situación tan desagradable  como esta no se vuelva a repetir en el futuro.
Pero, aquí no termina todo, particularmente para ustedes graduandos el proceso de formación de la responsabilidad continúa, desde luego que  en otros escenarios diferentes del colegio que los acogió y los vio crecer y que hoy los entrega a la comunidad de San Rafael.
De ahora en adelante,  ustedes se tendrán que  probar  a sí mismos en un mundo   cada vez más selectivo y  competitivo donde, por lo general, “el que más vale es el que más tiene”, y es ahí donde ustedes tendrán que echar mano de la responsabilidad  y demás aspectos de la formación humana que aprendieron en  el colegio y tendrán que  demostrarle con hechos  a sus  familias, a la comunidad del colegio  y a la sociedad de San Rafael de que están en capacidad de responder por sus propios  actos y por las consecuencias positivas o negativas  que de estos mismos actos  se desprendan sin inculpar a terceros de ninguna clase.  MUCHAS GRACIAS.
San Rafael, 05 de diciembre de 2009.

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